Soledad Sevilla: Una vida en la trama. Ritmos, tramas, variables en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Soledad Sevilla: Una vida en la
trama.
Ritmos, tramas,
variables en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Soledad Sevilla. Ritmos,
tramas, variables.
Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía. Edificio Nouvel, Planta 1. Calle de Santa Isabel, 52, Madrid.
Del 25 de septiembre de 2024 al 10
de marzo de 2025.
En el panorama del arte
contemporáneo español, Soledad Sevilla destaca por su capacidad para explorar
los límites entre la pintura, la instalación y la experiencia sensorial. La
exposición Ritmos, tramas, variables, presentada en el Museo Reina
Sofía, supone una revisión integral de seis décadas de producción artística, reafirmando
su relevancia en el arte contemporáneo. Comisariada por Isabel Tejeda, la
muestra reúne más de un centenar de obras que no solo narran la evolución de
Sevilla como artista, sino que invitan al espectador a transitar los paisajes
interiores de su imaginación.
Desde los primeros trabajos de
Sevilla en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid hasta
sus instalaciones recientes, la exposición traza un recorrido cronológico y
circular que subraya la recurrencia de patrones como el módulo, la trama y la
línea. “He pintado el mismo cuadro toda mi vida”, escribe Sevilla en su Cuaderno
de Boston, una frase que actúa como eje conceptual de la muestra,
evidenciando la capacidad de Sevilla para transformar una idea en formas y
significados que se despliegan y renuevan con el tiempo; lejos de ser monótona,
esta insistencia revela una infinita variabilidad, una capacidad de transformar
la uniformidad en un viaje constante hacia lo desconocido.
La obra de Sevilla, como así ha
tratado de mostrar esta exposición, es un manifiesto de economía estética:
transformar los mínimos elementos en un torrente de sensaciones. La línea,
repetida con una precisión casi científica, revela, sin embargo, una
inclinación hacia el error y la fragilidad. No es únicamente una estructura
geométrica, sino un ritmo que resuena con la estética pitagórica, esa búsqueda
antigua de un orden universal que trasciende lo visible. En su obra, la línea
se descompone y se recombina, como si cada trazo fuera un intento de capturar
lo efímero, de detener el instante entre la nostalgia de lo que se desvanece y
la fascinación por lo que apenas vislumbramos.
Entre el orden y la emoción.
Desde sus primeras retículas,
surgidas en el Centro de Cálculo en la década de 1970, hasta sus exploraciones
más recientes, Sevilla ha trabajado con una devoción metódica por la geometría.
Estas tramas iniciales, que evocan una estética de orden y rigor, pronto
evolucionan hacia planos donde la sensación desplaza a la forma. En series como
Las Meninas o Alhambras, Sevilla convierte la línea en un
vehículo para explorar el espacio, creando composiciones que, aunque
abstractas, evocan lo tangible. Como en la ornamentación árabe, las líneas de
Sevilla no solo estructuran, sino que generan una experiencia espiritual: un
juego de repeticiones y variaciones que sugiere lo infinito. En sus Alhambras,
este vínculo se hace explícito, las tramas entrecruzadas nos transportan al
aire vibrante de Granada, donde la luz y la sombra construyen arquitecturas
efímeras.
Vista de la exposición Soledad
Sevilla. Ritmos, tramas, variables en el Museo Reina Sofía. Archivo
fotográfico del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Sin embargo, no todo en Sevilla
es serenidad. La serie Insomnios ocupa un lugar destacado en la
exposición, no solo por su escala monumental, sino por la profundidad emocional
que transmite. Inspirada en las noches de insomnio que la propia Soledad
Sevilla describe como momentos de paradoja —oscuridad envolvente y claridad
mental inusitada—, estas obras llevan al espectador a un espacio liminal entre
la vigilia y el sueño, donde la percepción se agudiza y la mente se enfrenta a
su propio laberinto. Los Insomnios se presentan en grandes lienzos,
donde Sevilla despliega una paleta cromática dominada por negros, grises y
blancos, pero salpicada ocasionalmente por rojos que irrumpen como destellos de
luz o de vida. Este juego de contrastes genera una atmósfera inquietante; la
sensación de vacío es palpable, pero no es un vacío desolador; más bien, es un
espacio habitado por las emociones y las tensiones, donde el silencio parece
susurrar verdades veladas.
Vista de la exposición Soledad
Sevilla. Ritmos, tramas, variables en el Museo Reina Sofía. Archivo
fotográfico del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
En sus series recientes como Nuevas
Lejanías, Horizontes y Semperes, Sevilla regresa a la línea,
ahora dibujada a mano alzada, permitiendo que el error y la vibración del pulso
humano se filtren en la obra. Aquí, las líneas temblorosas abrazan el error
humano, sugiriendo que la imperfección puede ser una fuente de belleza. Este
temblor conecta la meticulosidad de su obra con una sensibilidad profundamente
humana.
Soledad Sevilla, Horizonte blanco horizontal, 2024. Acrílico sobre lienzo, 244 x 200 cm. Colección de la artista. Fotografía: Roberto Ruiz.
El tiempo y la memoria. Las instalaciones
de Soledad Sevilla.
Las instalaciones de Sevilla,
como El tiempo vuela y Donde estaba la línea, demuestran su
habilidad para tejer el espacio con los hilos de la sensibilidad y la historia.
En El tiempo vuela,
Sevilla recurre a mariposas mecánicas que giran incansablemente, simbolizando
el ciclo de la vida y su inevitable carácter efímero. Este giro constante,
acompañado por un ritmo sonoro mecánico, alude al concepto de vanitas,
una meditación clásica sobre la transitoriedad de las cosas terrenales. Sin
embargo, Sevilla actualiza esta idea al presentarla en un formato
contemporáneo, donde la tecnología sustituye las representaciones pictóricas
tradicionales, generando un impacto visual que es, a la vez, poético y
perturbador. El título, inspirado en un verso de Antonio Machado, “Y es hoy
aquel mañana de ayer”, subraya la percepción cíclica del tiempo. El movimiento
perpetuo de las mariposas no solo simboliza la vida efímera, sino también la
posibilidad de renacimiento, encapsulando la tensión entre el fluir continuo
del tiempo y nuestra lucha por retener lo que inevitablemente se escapa.
Soledad Sevilla, El tiempo vuela, 1988.
1500 mariposas de papel poliéster. Fotografía facilitada por Daniel González /
EFE.
Por otro lado, Donde estaba la
línea es una obra que trasciende los límites de la pintura para
materializarse en el espacio tridimensional. En esta instalación, Sevilla
utiliza hilos de algodón para crear un velo arquitectónico que dialoga con el
entorno físico del museo. El acto de tejer estos hilos evoca un simbolismo femenino, uniendo la meticulosidad del trabajo manual con una
narrativa histórica. Al hacerlo, Sevilla conecta la memoria colectiva con la
experiencia individual; este velo de hilos no solo representa una barrera, sino
también una invitación a reflexionar sobre la permeabilidad de los límites:
entre pasado y presente, entre lo privado y lo público.
Fragmentos de realidad. La trama
de Soledad Sevilla.
En Arquitectura agrícola,
Soledad Sevilla nos invita a mirar el mundo a través de la trama, un filtro que
transforma lo cotidiano en una experiencia cargada de significado. Su
escultura, tejida con materiales como hierro, papel, neopreno recortado y
maquetas de madera y polietileno pintados, evoca los secaderos de tabaco de la
Vega de Granada. Allí, el viento y la luz atraviesan mallas de plástico que,
como celosías humildes, nos enseñan que lo visible no es un todo transparente,
sino una compleja superposición de capas y tramas invisibles, filtrada por
nuestras emociones y perspectivas, que moldean lo que vemos y sentimos.
Soledad Sevilla, Arquitectura
agrícola, 2013. Chapa de hierro cortada al agua, moldeada y pintada / Papel
/ Neopreno. Medidas variables. Fotografía facilitada por Soledad Sevilla.
Mirar el mundo a través de la
trama, en las manos de Soledad Sevilla, se convierte en un acto profundamente
introspectivo: una forma de contemplar no solo el entorno, sino también nuestra
relación con él, con los demás y con el tiempo.
Así, Ritmos, tramas y
variables no es únicamente una exposición; es un recordatorio de que el
arte, como la vida, es un entramado donde lo eterno se encuentra en los
detalles más fugaces. A través de sus ritmos, tramas y variables, Soledad
Sevilla nos invita a detenernos, a observar con detenimiento lo que a menudo
pasa desapercibido, transformando lo efímero en algo imborrable. En un tiempo
donde la superficialidad parece dominar, Sevilla nos muestra que alcanzar lo
hermoso en nuestras vidas es costoso, difícil e incluso raro, pero que el
esfuerzo por dejar constancia de su existencia es esencial. Cada obra suya es
una afirmación de esta búsqueda, una prueba tangible de que, a pesar de su
fragilidad, la belleza persiste, se revela y nos conecta con algo mayor. Con
Sevilla, aprendemos que lo sublime no está en lo grandioso, sino en esos
pequeños gestos que, como sus líneas, construyen un puente entre lo cotidiano y
lo eterno.
Esther Barreiro
Martínez.
Madrid, 30 de diciembre
de 2024.
Muy bien. Me gusta. Simpatizas mucho con la obra de la artista y lo sabes transmitir con naturalidad. Tal vez habría estado bien insistir un poco en la relación de su trabajo con la obra de Eusebio Sempere.
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