Calor acumulado. Los gestos mínimos en la exposición Mesetario de José Díaz en la Galería The Goma

Calor acumulado. Los gestos mínimos en la exposición Mesetario de José Díaz en la Galería The Goma

José Díaz, Mesetario

Galería The Goma (C/Doctor Fourquet 4, Madrid 28012)

Del 12 septiembre al 7 de noviembre de 2024


Sumando ya una buena lista de exposiciones individuales, la Galería The Goma -fundada y dirigida desde el 2011 por Borja Díaz Mengotti- acoge una vez más en su espacio de la calle Dr. Fourquet la propuesta plástica de José Díaz (Madrid, 1981), apostando por una nueva serie de pinturas eminentemente subjetivadas en espacio y tiempo.

Licenciado en Bellas Artes por la UCM en 2009 y galardonado en 2020 con el premio Arco Comunidad de Madrid, el artista madrileño ha podido mostrar su trabajo en proyectos institucionales de talla nacional tales como 20/21 espacio de arte, el Ca2M, la Casa Encendida o Museo Patio Herreriano. Desarrollando su actividad artística a través de la pintura, José Díaz usa esta como un medio de investigación sobre los procesos afectivos que subyacen de la experiencia urbana del individuo en un paradigma de aceleración tecnológica. Una experiencia en buena parte relacionada tanto con la noche y lo desconocido como con las rutinas y compases diarios. Los espacios subterráneos de la ciudad cegados de luz natural, como los clubs nocturnos o el metro, se conectan en su pintura con los modos de experiencia virtual y simulacros de realidad desarrollados en los videojuegos y los modelos de organización esquizoide característicos del imaginario fantástico o las distopías Sci-Fi y ciberpunk, poniendo así en valor la importancia de las poéticas subterráneas como generadoras de luz. La evasión en su obra se revela al espectador como potencia emancipadora.

Sin embargo, la espeleología urbana planteada hasta ahora en la trayectoria de Díaz parece haber llegado con esta exposición al final de la cueva, hacia una apertura de luz. En Mesetario, el artista abandona repentinamente su recurrente paleta de negros y violáceos, estandartes de la nocturnidad, para introducirnos en una envolvente paleta de ocres que nos llevan fácilmente a la indagación de un entorno desconocido hasta ahora para el artista: el calor diurno de un casi apocalíptico Madrid estival. Como si de un testimonio plástico se tratase, el artista consigue trasladar, a través de la incertidumbre vaporosa que componen los cuadros, la sensación del sol ardiendo sobre las fachadas de los edificios de la capital -casualidad ninguna que el color típico de estas sean los ocres usados en los cuadros-, remitiéndonos quizás al ejercicio de valentía del que decide  -o no puede decidir- quedarse en la ciudad un verano de 2024.



Mesetario #1, José Díaz, 2024. Óleo sobre lino. 200 x 300 cm

Sorprendente sin duda la metodología con la que el artista se acerca al cuadro. La sentencia del movimiento que persigue a los lienzos de gran formato desde que Pollock fuera considerado por Kaprow en sus ensayos, nos llevaría a pensar que estos responden igualmente a una gestualidad exagerada. Nada más lejos de la realidad. Su acercamiento premeditado, cercano, nos invita a realizar un doble proceso de comprensión total del cuadro a la vez que nos acercamos a él identificando las huellas del artista Unas huellas “fregadas” que componen un fondo cargado de duda, de nada, de mancha expandida. Una atmósfera cargada de color  -o calor- ocre del verano de Madrid. Sobre esta, otras pistas situadas. El esclarecimiento que siglos atrás consiguieran las anclas figurativas del cubismo de Juan Gris, se consigue ahora a través de palabras, números y símbolos que nos guían por estas pinturas atadas a realidades superpuestas, de acumulaciones de tiempos pasados y presentes que se entretejen en una sola piel.


Detalle de obra Mesetario #5, José Díaz, 2024

Detalle de obra Mesetario #2, José Díaz, 2024

Detalle de obra Mesetario #6, José Díaz, 2024

Bajo el acertado nombre de “pintura redonda”, la pintura de José Díaz consigue llevarnos a espacios donde lo primero es lo último y lo último es lo primero. Tanto es así que la primera capa de imprimación sale a la vista siendo resultado final cerrando el círculo. En un juego lúdico de asimilación formal, nos enfrentamos a los cuadros preguntándonos sobre lo que en ellos se contienen. En función de las distintas formas de acercarnos a ellas parece ser que las respuestas son varias: ¿un territorio? ¿un mapa? ¿una cueva? ¿una red? ¿una piel extendida? ¿un retrato triste? ¿una bóveda? Respuestas que provienen de puntos de vista simultáneos que de nuevo remiten a ese concepto de lo circular, acertando una vez más en el adjetivo plástico de lo redondo.

Al recorrer la sala, de repente, nos damos cuenta: seis cuadros, seis títulos seriados, seis partes de una misma cosa. En definitiva, seis caras, como las de un dado. No hay más que girarse para percatar la ironía del artista -alerta spoiler-, que sutilmente coloca un dado en uno de los recovecos del pilar central de la galería, el cual sí o sí hay que rodear -en un recorrido circular, con esa fidelidad adjetivada - para contemplar la serie al completo. Una vez más, otro mínimo gesto despierta en las pinturas la adquisición de un nuevo significado, continuamente mutante desde el momento en el que el visitante pone un pie en la galería. Pareciera que la colocación intencionada de este objeto en su escondite nos lleva con un encuentro casi instalativo de la pintura de Díaz, donde el espectador se inmerge en un dispositivo aunado, que te envuelve y te transporta, como si de una realidad virtual se tratase, a un espacio conocido, un espacio Mesetario.

 

Vista de la exposición Mesetario de José Díaz en la Galería The Goma, Madrid, 2024. 

Fotografía facilitada por la galería


Claudia Arenas López

Madrid, 2 de enero de 2025



Comentarios

  1. Bueno, Claudia, creo que te han tocado exposiciones muy difíciles y te enfrentas a ellas tratando de justificarlas. No sé si esa es la función del crítico. Haces una interesante hermenéutica de las obras y les sacas bastante más partido que el que realmente tienen. ¿No sería mejor arriesgarse un poco y manifestar nuestra perplejidad, nuestra desilusión o nuestro desinterés, cuando es evidente que la obra no nos atrapa en modo alguno? En la crítica es bueno ser un poco malicioso.

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