El lenguaje subversivo del tarot. Misterio y esoterismo en La Casa Encendida
La Torre Invertida. El tarot como forma y símbolo.
10 octubre 24 - 5 enero 25
La Casa Encendida: centro cultural y social ubicado en Madrid, en la Ronda de Valencia, 2.
Exposición comisariada por Pilar Soler Montes
Ubicación: sala B, sala C, sala D, sala E
“En la baraja de tarot, cada imagen narra una historia muda,
un destino que se revela sin pronunciar palabra.”
Italo Calvino, El castillo de los destinos cruzados
(1973)
“Las cartas no dictan el porvenir;
únicamente nos recuerdan
que siempre hay nuevos caminos que explorar.”
Paulo Coelho, Brida (1990)
Del 10 de octubre al 5 de enero, La Casa Encendida, gestionada por la Fundación Montemadrid, presentó uno de los últimos proyectos del 2024 bajo la dirección de Pablo Berástegui: La torre invertida. El tarot como forma y símbolo. Esta exposición, concebida por la comisaria Pilar Soler Montes, parte de una premisa estimulante: explorar el tarot como herramienta política a través de la obra de artistas de distintas épocas y disciplinas. La selección de artistas planteada por la comisaria trata de establecer un diálogo entre contextos y generaciones diversas, con autores como Raúl de Nieves, Aldo Urbano, Agnès Varda, Betye Saar y King Khan, Niki de Saint Phalle, Suzanne Treister, Johanna Dumet, Dorothy Lannone, Michael Eaton, Frédéric Bruly Bouabré, Plastique Fantastique y Andy Warhol, que han empleado el tarot como medio de subversión para desafiar narrativas hegemónicas en el arte y el pensamiento. Sin embargo, aunque la propuesta es ambiciosa y cuenta con aciertos destacables, queda atrapada en decisiones curatoriales que diluyen su potencial político y narrativo.
Fotografía de la sala B, obra de Raúl de Nieves y Agnès Varda. La Casa Encendida (2025). Exposición "La Torre Invertida. El tarot como forma y símbolo". Recuperado de https://www.lacasaencendida.es/exposiciones/la-torre-invertida-el-tarot-como-forma-y-simbolo
El tarot es un sistema de
imágenes abstractas cargadas de significados que se conectan con las experiencias
humanas. Estas imágenes pueden ser interpretadas para conocer el porvenir, examinar
el pasado o indagar en el presente. Las cartas del tarot se dividen en dos
grupos principales: los arcanos mayores y los arcanos menores. Los primeros representan arquetipos enigmáticos que abordan temas trascendentales expresados
a través de figuras como la de “El loco”, “La Torre” o “El Sol”. Por otro lado,
los arcanos menores simbolizan aspectos cotidianos y prácticos de la existencia
organizados en cuatro palos que corresponden a los cuatro elementos de la
naturaleza: Bastos (fuego), Copas (agua), Espadas (aire), Oros (tierra). En una tirada
de cartas, la aparición de los arcanos mayores es interpretada por el lector como
un indicio de un momento clave o significativo en la vida del consultante, que
acude buscando orientación y respuestas para resolver inquietudes o enfrentarse
a desafíos vitales. Históricamente, este lenguaje ha cobrado fuerza en época de
crisis: en el siglo XIX, el auge del esoterismo coincidía con la debacle de la
razón ilustrada y en los años 60 se utilizó como vehículo de expresión desde los
movimientos de la contracultura. En la actualidad, artistas jóvenes han
recuperado este lenguaje como dispositivo cultural para explorar narrativas
alternativas al racionalismo occidental desde perspectivas feministas,
decoloniales, interseccionales y LGTBIQ+.
Uno de los puntos débiles de la exposición es la omisión de estos artistas contemporáneos que han renovado la iconografía del tarot, como Amrit Brar, Cisty C.Road o Alice Smeets. Si bien la comisaria ha incluido a artistas representativos como Raúl de Nieves, Aldo Urbano o Johanna Dumet, cuya relectura del tarot a través de medios diversos resulta interesante, la selección no termina de abarcar la riqueza y pluralidad de perspectivas que han surgido en esta generación. Al mismo tiempo, este interés por mostrar cómo se contrarresta la hegemonía intelectual queda debilitado por la decisión arriesgada de no incluir cartelas en sala. Esto dificulta al público situar las obras dentro del discurso crítico y simbólico que se pretende articular.
Se aprecia la intención de no
imponer un recorrido expositivo cerrado ni un modo de lectura único, en
coherencia con la naturaleza del tarot, que invita a múltiples lecturas y
significados abiertos. Sin embargo, la ausencia de cartelas que ofrezcan
coordenadas temáticas, conceptuales o cronológicas, despoja a las obras de su
carga simbólica y crítica, reduciéndolas a meras representaciones estéticas. El
enfoque ignora que no todos los visitantes están familiarizados con el lenguaje
del tarot, sus reglas de interpretación o su evolución histórica, lo que dificulta
la comprensión del mensaje principal: el tarot como herramienta subversiva,
como vehículo para imaginar utopías, desafiar narrativas dominantes y rescatar
los misterios que escapan a las explicaciones racionales. Esta elección plantea
un dilema curatorial complejo: ¿cómo transmitir el potencial del tarot como
lenguaje transgresor sin recurrir a herramientas tradicionales que puedan
parecer contradictorias con el mensaje? Aunque explicar el contenido de las obras
mediante cartelas puede resultar incompatible con la naturaleza múltiple y simbólica del
tarot, omitir su contextualización histórica es contraproducente. Lo que
se pierde en claridad y transmisión de ideas es más significativo que lo
que se gana en innovación. En un intento por buscar «una forma de conocimiento nuevo,
no normativo» que pueda «explicar la complejidad de las experiencias humanas»,
tal y como ha declarado la comisaria, se opta por un enfoque que provoca la
despolitización de lo estético.
Una elección acertada de la exposición es la variedad de soportes y medios utilizados —escultura, instalación, performance, proyección fílmica, pintura mural, soporte textil y pintura— que logran un equilibrio interesante entre lo tradicional y lo experimental. Esta variedad refuerza la versatilidad del tarot como lenguaje artístico capaz de adaptarse a múltiples formatos para narrar historias de contextos muy distintos. Los vemos en el Black Power Tarot de King Khan en el que los arcanos mayores son sustituidos por personalidades afroamericanas clave; en el readymade de Betye Saar que denuncia la discriminación racial mediante un lenguaje sincrético; o en las esculturas poéticas y misteriosas de Niki de Saint Phalle que transgreden toda convención estética. Asimismo, es todo un acierto la atmósfera de las salas creada con una iluminación tenue y focalizada que contribuye a reforzar el carácter esotérico de los símbolos del Tarot. En muchos espacios, las obras parecen emerger de la penumbra como secretos que se revelan en un entorno profano transgrediendo el límite entre lo oculto y lo visible.
Destaca especialmente el contraste generado a través del montaje entre las artistas Dorothy Iannone y Suzanne Treister. La reapropiación del lenguaje en las imágenes de ambas tiene un marcado carácter político que se expresa de formas muy diferentes. Iannone, artista visual americana, soñaba con escapar de la monotonía de su matrimonio a través de imágenes con representaciones explícitamente sexuales, inspiradas en la estética de las cráteras griegas. En sus obras el placer de la sexualidad se convierte en un acto subversivo y la pornografía actúa como catalizador para la transformación personal de la artista. Por su parte, Treister ofrece una lectura alternativa de la historia de la humanidad mediante diagramas visuales donde se entrelazan elementos, símbolos y personajes: Aldous Huxley es representado como “El loco”, John Von Neumann es ahora el arcano de la “Muerte” y la cibernética es la nueva “Rueda de la fortuna”. Estas conexiones hipnóticas multiplican las interpretaciones posibles, invitando a reflexionar sobre un tema inquietante que subyace en todas ellas: tras haber dominado el mundo con nuestra superinteligencia y tecnología, ¿qué futuro nos espera?
La comisaria también incluye dos
proyecciones fílmicas en la exposición: Cléo
de 5 a 7 de Agnès Varda (1962) y The Velvet Underground Tarot Cards de
Andy Warhol (1966), ambas piezas contextualizadas en un momento clave de la
contracultura, cuando se experimentaba con el tarot como herramienta desestabilizadora.
En el caso de Varda, la película propone una reflexión sobre la muerte y el
amor a través de una tirada de cartas que desvela a una joven obsesionada con
su belleza que tiene cáncer. El miedo a la muerte cambia su percepción de la
realidad y transforma su forma de enfrentarse a la vida. En la primera
sala de la exposición se proyecta el momento de la tirada de cartas en la que aparece
La Torre invertida, el símbolo de la baraja que conecta el título de la
exposición con el discurso curatorial, cuyo significado advierte del peligro de
las formas rígidas de pensamiento que encarcelan al sujeto impidiendo su avance
vital. Sin embargo, esta correlación entre obra y contenido permanece oculta
para la mayor parte de los espectadores. Esto subraya la necesidad de incorporar recursos curatoriales que permitan al visitante entender estas conexiones sin
depender de un guía que las explique.
En contraste, la elección de
proyectar la pieza experimental de Warhol parece algo más forzada, dando la impresión
de haberse incluido principalmente por el peso del nombre del autor. Aunque el
lenguaje cinematográfico de Warhol es político por naturaleza, en este caso, la
inclusión de su filmación con The Velvet Underground en un apartamento
neoyorquino aporta poco al discurso curatorial. La obra, caótica y deliberadamente
incoherente, presenta a la banda recibiendo una lectura de cartas ininteligible. La relación de esta pieza con el resto es difusa, puesto que en la película el tarot queda relegado a un segundo plano. A pesar de esto, la
elección de la obra sugiere una idea clave: el carácter político del lenguaje no
reside únicamente en su contenido, sino también en su forma.
Parece que Pilar Soler Montes ha intentado adaptarse al carácter del proyecto mediante un montaje que apuesta por un lenguaje alternativo, aunque en este caso no logra funcionar del todo. No obstante, resulta interesante la posición que adopta al rechazar una narrativa lineal y tradicional, dando protagonismo al simbolismo y a los enigmas que encierra el tarot. Esta decisión sugiere una invitación a aceptar que no todo en la vida necesita ser descifrado o interpretado correctamente, y que preservar parte del misterio puede enriquecer la experiencia tanto artística como vital.
Constanza de Haro López. En Madrid a 9 de enero de 2025
Me gusta más este modo de afrontar una crítica. Aquí te centras en la propuesta general y desciendes a los detalles particulares de las diferentes obras. Muy bien.
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