Música de cañerías. "Fueled, Oasis, Fuled" de Mónica Mays en Pedro Cera
Fueled, Oasis, Fuled, de Mónica Mays. Vista de exposición. Cortesía de Pedro Cera. |
No hay que esperar una sinfonía. Quizá todo lo que se escuche no sea más que una gotera esparza. Aunque de aceite: densa, oscura, persistente. Este ritmo, sordo y contenido, es el que Mónica Mays utiliza en Fueled, Oasis, Fueled para construir una imaginería que revela el peso material y simbólico de la idea de paraíso, exponiendo sus disonancias.
En su primera exposición individual en la galería Pedro Cera, Mónica Mays reinterpreta la idea del edén como un espejismo fracturado, donde las promesas de descanso y redención se enfrentan a la crudeza de la infraestructura material que las sustenta: tubos de escape oxidados, correas de transporte y suspensiones incapaces de amortiguar nada. Esta muestra, que da continuidad a su obra En la palma de tu mano, premiada en ARCOmadrid, profundiza en su investigación sobre materiales desechados que, en su ensamblaje, funcionan como vestigios de un pasado que interpela al presente. Los objetos despojados de su función original se convierten en ruinas en el sentido benjaminiano: fragmentos que, en su estado de descomposición, articulan una crítica al progreso y a las ilusiones que lo sostienen.
Mónica Mays (Madrid, 1990) se formó en antropología en Nueva Orleans y estudió bellas artes en la École Supérieure des Arts Décoratifs de Estrasburgo. Tras trabajar más de ocho años en Ámsterdam, Fueled, Oasis, Fueled junto a Eventually, Eden (Galería Cibrián, Donosti) marcan su regreso a su tierra natal, donde ha instalado su nuevo estudio en Usera.
En la concepción de esta serie presentada en Pedro Cera, Mays partió de la palmera como símbolo y emblema de la comodificación del paraíso. Esta planta, asociada al pasaje de Jesús por Jerusalén y presente en las representaciones del más allá que aguarda a los buenos fieles, también adorna artificialmente los bordes costeros de las ciudades turísticas: lugares aspiracionales donde los visitantes depositan sus ilusiones, evasiones y desechos. Mays exprime y expande la metáfora: la palmera y sus derivaciones industriales —como el aceite de palma— se convierten en un elemento ubicuo que revela las dinámicas de dominación industrial, sostenidas por rutas y lógicas de poder y explotación.
La invitación al viaje
Que la complejidad discursiva no asuste. Mays comienza trabajando con las manos, no con las ideas. Los objetos, en sus palabras, la ayudan a pensar lo que significan y los procesos de transformación a los que han pertenecido. En sus esculturas, la palma —reducida a su cera y a algunas fibras— se combina con desechos industriales y pieles de animales para formar estructuras orgánicas, intestinas, corniformes, que evocan el inquietante aire de Déjeuner avec Fourrure de Meret Oppenheim (1936).
La exposición en Pedro Cera se presenta con un despliegue escenográfico orquestado con precisión. Las esculturas reptan por las paredes, cuelgan del techo o se alzan monumentalmente desde el piso, entorpeciendo la circulación del visitante. Aunque la obra de Mays no busca ser explícita ni plantea un discurso cerrado, la puesta en escena adquiere una fuerza coreográfica que condiciona, con cierta violencia, la experiencia de quienes recorren la sala.
“Allí, todo es orden y belleza, / Lujo, calma y voluptuosidad”
Quizás sea más adecuado pensar el universo escultórico de Mays como un limbo más que un paraíso. Es un lugar suspendido, donde las promesas de redención y descanso quedan atrapadas en un tiempo detenido.
En este paisaje, las huellas de combustión y los rastros de uso dialogan con un deseo frustrado, una promesa que nunca se cumple. Como en L’Invitation au voyage de Baudelaire, el limbo de Mays no es un lugar desesperado, sino un espacio suspendido donde la espera y la ilusión funcionan como combustible.
La paleta cromática —marrones oxidados, negros viscosos, ocres orgánicos— subraya la materialidad de las piezas y evocan un estado entre la vida y la extinción, entre la supuración y la momificación.
La pieza Lubricated, combustion tubes, escape routes impresiona por su tamaño y agresividad. Alzada sobre pupitres escolares, donde conviven etiquetas institucionales y garabatos de alumnos, dos tubos de escape descansan longitudinalmente y se fusionan con amortiguadores, pieles de animales y resinas de árbol. La maquinaria exhibe las marcas de ignición de su vida anterior y yace exhausta.
And they pray to those images...knowing not what god or heroes are. Mónica Mays, 2024. Cortesía de Pedro Cera |
En And they prey to these images…knowing not what god or heroes are, la artista combina una silla de montar, cintas transportadoras y una polea de barco en una escultura suspendida que se apodera del espacio de forma ineludible. Colgada desde el techo, obliga al espectador a mirarla y esquivarla para avanzar, generando tensión física. Nada en la obra de Mays es evidente o explícito, pero la materialidad del cuero y su tratamiento remiten al control y la dominación, al placer y al dolor, bordeando lo erótico.
Más abajo, sobre una peana de cartón aparentemente frágil, se erigen dos tubos de escape retorcidos que se enroscan en un gesto tenso, al borde del colapso. Se trata de Feeding, Falling, Flying. Con sus extremidades metálicas embalsamadas en tonos amarillentos y marrones, esta pieza alude tanto la muerte como el intento desesperado de conservación cadavérica. Pero en su sinuosidad parece resonar el verso de Baudelaire, "lujo, calma y voluptuosidad", en una resoluta búsqueda de gracia.
Feeding, Falling, Flying, Mónica Mays, 2024. Cortesía de Pedro Cera |
En Fueled, Oasis, Fueled, cae como lluvia el desguace del cielo. Para quienes no hayan podido verla, en 2025 la exposición viajará a la sede de Pedro Cera en Miami, la Henry Moore Foundation en Inglaterra, la Sala de Arte Joven de Madrid y ARCO 2025, reflejando su alcance y relevancia en el panorama artístico internacional.
Fueled, Oasis, Fueled.
Ya en el titular hay una errata, Inés. Por lo demás, muy bien escrita. Muy literaria. Excelente.
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