Sobre la memoria de un suelo desplazado: la exposición Viajar, transportar, contener en La Casa Encendida

Viajar, transportar, contener.

Comisaria: Amina Lawal Angoro

Sala A, La Casa Encendida

Rda. de Valencia, 2, 28012 Madrid

21 de septiembre 2024 - 28 diciembre 2024



Del 21 de septiembre al 8 de diciembre del pasado año, tuvo lugar una exposición colectiva en la Sala A del edificio de La Casa Encendida titulada Viajar, Transportar, Contener. Esta exposición concluyó el ciclo expositivo organizado por RAW Material Company, un centro de arte con sede en Dakar (Senegal) que fue invitado a La Casa Encendida desde marzo del mismo año con el fin de brindar nuevas narrativas críticas y distintos enfoques curatoriales al panorama artístico de la capital. 


La exposición, al igual que el resto de la programación y la residencia de la artista keniata Renée Akitelek Mboya como parte del proyecto, tiene como temática central la diáspora africana. A través de únicamente cuatro obras de artistas de diferentes orígenes, la exposición reflexiona sobre la naturaleza de un cuerpo que nace del movimiento y que no puede desvincularse de su historia. Cuyas raíces se han extendido por el mundo debido a historias de extracción y explotación, y que jamás deben olvidarse.


Nos encontramos ante la obra de cuatro artistas jóvenes de distintas partes del mundo pero que comparten una ascendencia africana cuya memoria como proceso de reivindicación y autoafirmación impregna sus prácticas artísticas. Complejizando nuestra comprensión del presente y problematizando nuestra mirada occidental del tiempo y del mundo, sus obras permiten legitimar otras formas de conocimiento que se alejan de nuestra comprensión colonialista.


Podría considerarse que el suelo es el nexo de unión y el punto de partida de las obras que componen la exposición. Un elemento de anclaje que la artista Binta Diaw menciona en la siguiente cita: 


Nacemos en el suelo, el suelo vive en nuestro cuerpo; el suelo natal como telón de fondo de aterrizajes, anclajes y rutas, aunque sus numerosos desplazamientos atestigüen una dispersión y atomización infiltradas por esperanzas de un reensamblaje ligado a gastos de retorno.


La artista italo-senegalesa nos ilustra esta idea, que se comparte con el resto de obras, en una pieza de gran tamaño que nos da la bienvenida a esta breve exposición. Una gran fotografía en blanco y negro invertida sobre un muro que nos muestra un cuello negro femenino que se ramifica sobre tierra a través de grandes trenzas de pelo negro sintético. Una instalación que nos habla de las migraciones y de la noción de pertenencia. Con su obra Paisaje corporal XIV (nacer en el mundo es concebir vivir) Diaw nos recuerda al universo visual y narrativo de artistas consagradas como Lorna Simpson, encontrando un especial paralelismo con sus obras Necklines de 1989 —serie de fotografías de cuellos femeninos negros que reflexiona acerca de la deshumanización del cuerpo racializado— y sus famosas Wigs de 1994 —imágenes de diferentes tipos de pelucas que nos hablan de la importancia cultural del cabello en la historia de las mujeres negras—. Paisaje corporal XIV busca confrontar nuestra perspectiva eurocéntrica del mundo e ilustrarnos las historias de transmisión del conocimiento de las mujeres negras a través de un cuerpo que se expone como paisaje.


Paisaje corporal XIV (nacer en el mundo es concebir vivir) (2023) de Binta Diaw

Untitled (2 Necklines) (1989) de Lorna Simpson

Avanzando en la exposición nos encontramos con una obra conceptual de un mayor carácter confrontacional con las ideas coloniales, creada por Frida Robles Ponce, artista mexicana afincada en Viena. Mediante una instalación de largas lonas blancas impresas con textos, la artista evoca los impactos de la dura historia colonial. Los textos rememoran las palabras de los tlamatinime —sabios náhuatl— ante la llegada de los misioneros españoles a Tenochtitlan en el siglo XVI, reflexionando sobre el deicidio, el genocidio y la destrucción cultural que implicó la colonización. A través de esta obra, titulada La respuesta, Robles Ponce conecta las atrocidades del pasado con los deseos contemporáneos de progreso y el éxito occidentalizado.


La respuesta (2024) de Frida Robles Ponce


Esto último traza una estrecha relación con la obra propuesta por la artista Tako Taal, galesa de ascendencia gambiana, que nos habla del impacto psíquico y social del colonialismo. En Sad deserted shore, your fickle friends are leaving —“Triste orilla desierta, tus volubles amigos se van”— nos encontramos ante una estudio de paisaje deconstruido a modo de instalación, conformada por diversos elementos como arroz, fotografías, flores de adelfa, una calculadora solar, un radiocassette, monedas,… Como si se tratase de un archivo objetual que busca resumir visualmente el pueblo de Gambia desde el que su padre migró llamado Juffureh, un lugar que ya no existe de la misma manera y que se muestra a modo de recuerdo fragmentado y heredado. Hablando del éxodo africano a través de la representación de la post-memoria.


Sad deserted shore, your fickle friends are leaving (2021) de Tako Taal


La obra que concluye la exposición se titula NoirBlue, los desplazamientos de una danza, de la artista de performance y bailarina Ana Pi. Esta artista brasileña afincada en Francia nos expone una propuesta con una vinculación más cercana a las artes vivas a través de una proyección de vídeo de 27 minutos. Instalada en lo alto del interior de una estructura de madera a modo de cabaña semicircular, la grabación tiene una disposición diseñada para que el visitante la observe tumbado. Este modelo instalativo recuerda enormemente a la obra Des/astres de la exposición Nebulosa de la calabaza de la artista francesa guayanesa Tabita Rezaire, organizada por TBA21 en el Thyssen-Bornemisza y que incluso ha llegado a coincidir en fechas de manera simultánea con Viajar, transportar, contener. La obra de Rezaire nos presenta un tukusipan —espacio de reunión de la tradición indígena de la Guayana Francesa—, circular y profundamente similar en forma y concepto a la cabaña de Ana Pi, pues cuenta con hamacas en su interior colocadas para que los visitantes vean tumbados una proyección de vídeo que se encuentra en el techo.


NoirBlue, los desplazamientos de una danza (2018) de Ana Pi


Des/astres (2024) de Tabita Rezaire


Sin embargo, mientras que la proyección que plantea Rezaire indaga de manera concreta en la conexión entre la astronomía ancestral amazónica y las dinámicas del colonialismo espacial contemporáneo, la de la artista brasileña nos plantea una temática distinta y menos concreta. Pi realiza una coreografía experimental que combina las danzas tradicionales afro diaspóricas y la danza contemporánea a la vez que muestra imágenes de un viaje que realiza por el continente africano. Con ello muestra metafóricamente una especie de ascensión, de liberación generada a través del baile que le reconecta con un sentido de pertenencia creado por la diversidad y la complejidad cultural de las personas afrodescendientes.


Viajar, transportar, contener propone exponer un discurso interesante mediante la visibilización de voces jóvenes de artistas negras. Sin embargo, pese a lo interesante del tema y de la importantísima problemática que plantea, las obras expuestas en la Sala A de La Casa Encendida por desgracia parecen caer en un punto de vista excesivamente poético que no termina de aterrizar en una conclusión concreta y con algún peso. Para un tema como el tratado, se echa en falta algo de garra, de denuncia frontal o al menos un poco más incisiva y no tan descafeinada. Si bien es cierto que la obra de Frida Robles Ponce podría ser la única que pretende hacer una crítica más directa, pues señala un hecho histórico concreto, tampoco resulta efectiva, ya que su disposición —aunque instalativamente atractiva— no permite la completa legibilidad del texto, cosa que a su vez dificulta su comprensión. Además, en comparación con las dimensiones de otras salas del mismo centro destinadas para exposiciones como La torre invertida. El tarot como forma y símbolo, la exposición ni siquiera consigue aprovechar bien un espacio que resulta ínfimo.


Sin lugar a dudas, Viajar, transportar, contener busca poner sobre la mesa un tema del que la institución debería impregnarse más, en lugar de relegarlo a lo transitable y cambiante de las exposiciones temporales. Dándole cabida en espacios artísticos consolidados para dejar de apartar estas importantes temáticas a espacios con proyectos de corta vida, cuyo nacimiento pensado para una corta duración quizá sea parte de lo que haga que el discurso de una exposición con tanto potencial como esta resulte superficial. Aunque, por el contrario, recientes exposiciones temporales de temáticas similares como Opera to a Black Venus de la artista Grada Kilomba en el MNCARS, tratan el amplio tema de la diáspora y de la cruenta historia del colonialismo desde distintos enfoques críticos con éxito. Quizá no podamos comparar dos instituciones de dimensiones, presupuestos y recorridos tan sumamente distintos. Pero sí enfocarnos en qué modos de hacer y de mostrar resultan más efectivos para evitar que temas de gran relevancia se diluyan. Tampoco deberíamos subestimar la capacidad de las exposiciones temporales de abrir caminos hacia discursos profundos y duraderos. Al contrario, deberían servir como recordatorio de la necesidad de equilibrar lo efímero con lo permanente, para que temas tan fundamentales no solo encuentren su espacio en un debate artístico rico y vivo, sino que también dejen una huella significativa en las instituciones y en el público.



Mariela M. Jones

A 16 de enero de 2025


Comentarios

  1. La crítica es correcta, aunque con un tono idealista acerca de lo que debería ser. Me gusta cómo analizas la pertinencia de las instalaciones y sus distintas insuficiencias. Bien.

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